viernes, 28 de noviembre de 2014

Para niños: Pato está sucio, Satoshi Kitamura

Aunque me comprometí a publicar las entradas sobre libros infantiles los jueves, ya me ha pillado el toro y esta se ha retrasado a la noche del viernes.
El libro de hoy es de esos primeros libros que miramos con nuestros bebés cuando empiezan a mostrar algún interés en los libros y les encanta que imitemos los sonidos que hacen los animales para reírse con nuestro muestrario de ruidos y empezar a practicarlos a su manera.
Este libro me hace mucha gracia por la cara del pato: es un poema, yo diría (por lo escueto del texto y el autor japonés) que es un haiku. Una historia mínima en la que le acompañamos a través de diferentes penurias atmosféricas, que sufrirá entonando un "¡Oh, oh...!" estoico hasta poder darse un merecido baño. 
Hay que decir que M. nunca le hizo demasiado caso, pero yo me partía cada vez que se lo leía.
Del mismo autor, y seguro que también con esa gestualidad casual, son los libros: Ardilla tiene hambre, Gato tiene sueño o Perro tiene sed.
Como veis un compendio de filosofía zen para nuestros enanos. 
Edad recomendada: a partir de un año.

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domingo, 23 de noviembre de 2014

Personajes de Berlín

Como sé que os ha gustado mucho la entrada sobre Berlín visto por mi madre, hoy publico la segunda entrega escrita por ella. Esperamos que os guste.

La palabra multi-kulti se ha convertido en un término que en gran medida define a Berlín. Significa multicultural y, en efecto, en Berlín puedes ver gente de todo tipo, una enorme mezcla de razas y culturas que aparentemente conviven sin grandes problemas en una ciudad en la que se respira tolerancia, libertad y en la que nadie parece extrañarse de nada.


La ciudad está llena de personajes que son como una fauna bizarra y muy curiosa a ojos del turista. Esta es una lista con algunos de sus especímenes: 

  • Viejos gruñones: Berlineses de toda la vida siempre dispuestos a echarte la charla por incumplir cualquiera de las reglas que ellos consideran sagradas. Yo, cuando me encuentro en una de estas situaciones, intento decir: “Entschuldigung, ich bin Spanisch” (perdone, soy española), para después salir pitando y huir de sus malhumoradas retahílas. También existe la variante  amable, normalmente femenina, que te suelta grandes parrafadas con una sonrisa picara y cariñosa, siempre me come la curiosidad por saber qué habrán querido decirme.
  •  Inspectores de transporte: Cada vez más numerosos, su  truco para pillar a los viajeros sin billete es ir vestidos de paisano, puede ser cualquiera: el macarra musculitos que tienes al lado, la pareja joven que se está dando el lote, una mujer madura de generosa anatomía… pero cuando el tren arranca se ponen en acción y son implacables; una vez que agarran una presa no la sueltan, no valen cuentos ni excusas, y tampoco te libra ser extranjero y poner cara de tonto.


  • Hausmeister (maestro de la casa): Hombre alemán grandón de mediana edad con mono de tirantes lleno de bolsillos de los que sobresalen herramientas de todo tipo; no es un portero al uso sino el verdadero jefe del edificio, que se encarga de que todo funcione. En España sería algo así como la persona de mantenimiento, pero su análogo alemán es mucho más que eso. Este retrato está basado en Thomas, maravilloso Hausmeister de unos estupendos apartamentos turísticos en la Hermannstrasse en los que me he alojado a menudo, y que además de ser eficaz es cariñoso y simpatiquísimo igual que su mujer, Jeannette. Y sí, aunque mucha gente os diga lo contrario, existen alemanes amables y cercanos, por lo menos esa es mi experiencia.

  • Turcos: Puedes ver la variante masculina en los mercados al aire libre pregonando a gritos sus mercancías y precios; el volumen y el sonsonete son los mismos que hasta hace poco se oían en los puestos de nuestro país, también puedes “sufrirlos” jóvenes y chulitos, conduciendo coches de marca a gran velocidad y con la música a todo volumen; otros, sobre todo los de más edad, dan la impresión de pasar la mayor parte del día sentados en cafés fumando en pipa y viendo pasar la vida. A las mujeres se las ve cada vez más tapadas y rodeadas de niños. Siempre me llaman la atención, en las consultas médicas, las mujeres ya mayores sin hablar una palabra de alemán, haciendo ganchillo para matar la espera con una habilidad y una rapidez increíbles, creo que la vida que llevan en Berlín es exactamente la misma que podrían llevar en Estambul: la casa, los hijos, el marido y arrastrar las sayas y los velos, mirando solo el suelo de las aceras. Esta rutina debe romperse a veces en las fiestas, bodas y bautizos, solo hay que ver los escaparates de las numerosas tiendas con trajes de ceremonia a cual más recargado y brillante; aunque también hay chicas jóvenes muy pintadas, alegres, modernas y simpáticas, como las dependientas de una cafetería en Hermannplatz, a las que solo conocíamos de desayunar cinco días y que al vernos con las maletas nos regalaron bollos para nuestro viaje de vuelta.
(Cuando leo el párrafo anterior me siento incomoda  y creo que soy muy atrevida opinando de gente a la que no conozco en absoluto, y que he caído en todos los tópicos habidos y por haber, espero en otro momento dar una visión más justa y cercana.) 
  • Naturistas, vegetarianos, veganos y otras hierbas: Berlín es el reino de “lo verde” y no me refiero a sus parques sino a lo que venimos llamando lo ecológico. Está lleno de tiendas Bio y estos productos también se venden habitualmente en supermercados. Mi hija vivió algunos meses en una WG (casa compartida) En Sonnenalle 70. Sus compañeros veganos todavía deben recordar con espanto la bolsa llena de restos de embutidos españoles que mi sobrina se dejó olvidada en la casa ese verano cuando fue a ver a Aida.

  • Artistas: Es curioso que siempre se habla del exilio juvenil, de la fuga de cerebros e ingenieros y sin embargo nunca se comenta que una gran parte de nuestros artistas viven, o mejor diríamos malviven, fuera de España. En algunos de mis viajes estuve acogida en la casa-estudio de dos artistas españoles a los que quiero mucho. La casa está construida al fondo de un patio, y para mí es un espacio muy especial, apacible y tranquilo, con muy pocos muebles pero llena de todo tipo de objetos y materiales, con olor a pintura, con las escaleras abarrotadas de cuadros cuyas formas y colores me animaban a empezar el día. Varias veces al año la convierten en una galería abierta a todo el que quiera disfrutar de su obra y de sus performances.


  •  Hipsters: Normalmente jóvenes modernos de clase media-alta, que aunque en teoría están en contra del consumo, sin embargo la impresión que me dan es que son esclavos de su aspecto: grandes gafas, barbas, camisetas rotas, pantalones estrechos, minifaldas, parkas, bicicletas caras, todo con un aspecto vintage y descuidado que no engaña a nadie porque la realidad es que van “hechos un pincel”, su llegada masiva anuncia que el barrio en cuestión se está gentrificando, es decir: quítate tú (alemán anciano, turco, artista pobre, etc.) que ya vengo yo porque me mola este barrio tan guay. Esto supone la subida del precio de los alquileres y la expulsión de los antiguos habitantes a zonas cada vez más lejanas y deterioradas. Este fenómeno ya se ha dado en barrios emblemáticos de Berlín como Prenzlauer Berg y Kreuzberg, ahora la tribu hipster está ya “colonizando” Neukölln. Egoístamente hay que reconocer que el barrio se limpia y adecenta, se rehabilitan muchos edificios, surgen nuevas tiendas de diseño,  cafés y restaurantes de moda, pero todo se encarece y al final el barrio acaba perdiendo parte de su antiguo encanto y convirtiéndose en un escaparate para turistas.

    (Isabel Sánchez)












jueves, 13 de noviembre de 2014

Para niños: La pequeña salvaje, Chris Wormell

Aunque en el título de la entrada nombro la edición española, M. y yo hemos leído este libro en alemán, donde se titula Das wilde Mädchen.

Esta niña vive con su perro, sin la compañía y la protección de otros humanos, en una cueva en las montañas, lejos de todo. No sabe atarse los cordones de los zapatos porque va descalza, pero las plantas de sus pies están curtidas y puede andar por rocas puntiagudas sin hacerse daño. La niña no va a la escuela; todavía faltan miles de años para que las inventen. Está sola y tiene que valerse por sí misma.
Con su inseparable amigo aprende a pescar con lanza y a cocinar los peces al calor de una hoguera, recolecta frutos y, si tiene mucha hambre, incluso come insectos. A veces la soledad la entristece y grita al viento esperando una respuesta que no llega... pero un día de invierno descubre en la nieve unas huellas que se dirigen a su cueva y entonces...
Me gustan los libros de niñas valientes y enfrentadas a los elementos, y siempre se agradece escapar de princesas y cuentos ñoños. Esta es una historia que podría ser real y las fantásticas ilustraciones de Chris Wormell hacen que nos adentremos con la niña en su vida salvaje. Los dibujos son tiernos, realistas e inspiradores. Investigando por la red he descubierto que Wormell es un reputado ilustrador británico con muchos proyectos. Os dejo el enlace a su portfolio.
Esta es la portada de la edición española.

 A partir de ahora las reseñas de la serie "Libros para niños" las voy a publicar periódicamente un jueves de cada dos (cada 15 días) en una especie de furor previsor que me ha entrado.









domingo, 9 de noviembre de 2014

Autobiografía, Agatha Christie

600 páginas de memorias, esto es lo que ocupa la autobiografía de Agatha Christie, que en el libro electrónico y con la letra algo aumentada han llegado a las 1.800. 
¿Por qué le doy tanta importancia al volumen y grosor del libro en cuestión? ¡Porque para mi gusto le sobran más de la mitad! Ha habido momentos de lectura en los que sentía que solo seguía para hacer músculo visual en el reto autoimpuesto de llegar hasta el final; bueno, pues no lo he conseguido. 
Me he quedado en la apacible madurez burguesa de la autora, plagada de viajes y escritura de novelas como si fueran churros y, por lo que da a entender, sin que le costase ningún esfuerzo.
Me decidí a leer este libro porque una de mis primeras lecturas autónomas (con unos 8 años) fue Diez negritos, y durante esa etapa lectora inicial devoré unas cuantas novelas de misterio de Agatha Christie e incluso me inspiró mi primer intento de novela, que escribí fusilando su estilo y que solo conseguí esbozar sin llegar a desarrollar los crímenes. Se llamaba Crimen en el balneario.

Creía que en esta autobiografía la dama del misterio iba a desarrollar mucho más en profundidad los entresijos de su proceso creativo y la gestación de sus novelas, pero esto es casi lo anecdótico. Agatha Christie ejerce de Funes el memorioso y desgrana con una meticulosidad asombrosa, y a prueba del lector más predispuesto, toda su infancia, adolescencia, juventud y madurez ahondando en toda suerte de detalles que llegado un cierto punto uno ya no puede soportar: sus muñecas preferidas (el porqué y el cómo), la relación con todas y cada una de sus niñeras, sus comidas preferidas y las que odiaba, las casas que habitó y la descripción de vajillas y muebles, y un largo etcetera de asuntos intrascendentes que hacen que lleguemos sin ganas a los aspectos interesantes de su vida, que también los cuenta. 
Al principio tiene su gracia y me parece entrañable, pero cuando veo que el relato vital parece avanzar a tiempo real, tal y como sucedió, me empiezo a desesperar. 
Hay aspectos salvables: la increíble memoria de Agatha Christie, sus viajes en solitario por todo Oriente Medio y a bordo del Orient Express, su forma desprejuiciada de enfrentarse a la escritura, su alegría vital y empoderamiento de género. 
Me quedo con la sensación de haber conocido (así de meticuloso es el relato) a una mujer que amaba la vida, que supo exprimirla y que además de otras muchas cosas se convirtió en la autora más famosa de novelas de misterio.  
Eso sí, estas memorias son MUY PESADAS. Así que no digáis que no os lo he advertido.







viernes, 7 de noviembre de 2014

10.000 páginas vistas

Esta foto no tiene nada que ver con el tema: una inquietante y hermosa aglomeración de medusas .


Esta entrada son, más que nada, unas palmaditas virtuales en mi propia espalda (da un poco de miedo esta costumbre que estoy adoptando de darme lo virtual por lo real, pero es lo que tiene escribir un blog).
Como podréis ver en los numeritos que están en las profundidades de la página; a donde solo se llega dejando mucho tiempo apretado el cursor o dándole como loca a la rueda del ratón, el blog ha llegado a las 10.000 visitas. Depende de con qué se compare es una cifra ridícula, después de once meses desde que lo abrí, pero para mí es una cifra grandona y significante: son muchísimas personas haciendo click una vez, o tres, o muchas más, son muchos lectores y lectoras y también casualidades, y personas que me han hecho llegar sus comentarios y a las que he conocido en este mundo líquido, gente que habrá huído despavorida ante el aburrimiento y otra a la que he arrancado una sonrisa. Son caricias y pescozones. Es un estadio del camino. 
¡MUCHAS GRACIAS! Esto es lo que os quería decir. Seguiré escribiendo y os tendré presentes cuando me ponga delante del teclado.
Si a alguno os apetece seguirme a través de la página de Facebook de Meriendo libros podeís hacerlo aquí dándole un me gusta.
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