jueves, 29 de mayo de 2014

No leer, Alejandro Zambra


Un libro titulado No leer solo puede tratar sobre leer; mucho, sin medida, como antídoto para la vida, como forma de entenderla, de reconciliarse con ella, de disfrutarla. 
En este libro el escritor chileno Alejandro Zambra recopila sus ensayos, acercamientos a escritores queridos y alguna crítica, como un diario íntimo sobre sus lecturas. Este aspecto subjetivo y "hogareño" es lo que me ha atraído mucho de estos textos, que son como espiar a Zambra por un agujero hecho en la pared de su cuarto y acompañarle mientras lee, toma café y reflexiona sobre literatura.
Alejandro Zambra ha publicado tres novelas (que aún no he leído pero que están en mi interminable lista de libros por leer): Bonsái, La vida privada de los árboles (2006 y 2007) y Formas de volver a casa (2011) y un par de libros de poesía, pero aquí se reivindica como lector y dice sobre ello: "Pero escribir y leer son experiencias totalmente distintas. El placer de pasar la tarde leyendo fue, para mí, muy anterior al deseo de escribir. Y sigue siendo más pleno, más estable".
Con su faceta como crítico literario todavía tiene cuentas que saldar. Ejerció como tal durante unos años y recuerda sus tiranías, la posición de pseudoautoridad en la que se sentía posicionado o el rencor de los escritores que salían malparados en sus críticas. Zambra encontró mucho más placentera la tarea de cronista de sus lecturas a través de los artículos que publica en las revistas El Mercurio y La Tercera, en las que es mucho más libre para escribir sobre autores a los que admira, libros que está leyendo o que desea leer, digresiones librescas, etc. Es decir, abordar "la crítica" de una forma tangencial y no tiranizada por la mesa de novedades de las editoriales. No leer es la recopilación de estos artículos.

Hay en la introducción una frase con la que me siento bastante identificada en esta época de mi vida: "En este tiempo no estaba seguro de querer dedicarme a la crítica literaria. A decir verdad, no sé muy bien lo que entonces quería ser. Buscaba trabajo. Eso quería ser: alguien con trabajo. Y que mi trabajo consistiera en leer me pareció una oportunidad simplemente maravillosa" (p. 11).

Me resuenan y arrancan una sonrisa de empatía: "Lecturas obligatorias", "Que vuelva Cortázar", "Elogio de la fotocopia" y "Viajar con libros", entre otros. Me ha descubierto a innumerables escritores chilenos que solo conozco de oídas, o ni eso, algunos imprescindibles como José Santos González Vera. Me aporta un nuevo punto de vista sobre escritores que sí he leído como Cortázar, Borges, Manuel Puig, José Donoso o Bolaño. Me gusta mucho su mirada y forma de acercarse a los libros y los escritores, sus círculos, giros y diagonales cuando habla sobre la escritura, y la no escritura, la suya y la ajena, "(...) pero los libros que la gente quiere leer no son siempre los libros que uno quiere escribir. Y los mejores libros son los que no sabíamos que queríamos leer" (p. 109)
Y esta frase, que refleja tan claramente algo que yo también siento, que me encantaría haberla escrito a mí:
"El descubrimiento de un gran escritor de alguna manera modifica todo lo que sabíamos o creíamos saber: sus libros estaban a la espera desde siempre, y es poco o nada lo que podemos decir sobre ellos. Incluso deseamos haberlos leído antes, como si no bastara el momento presente" (p. 135)
Tú lo has dicho, Alejandro Zambra.

Gran libro para metalectores y amantes de la literatura de cualquier pelaje y condición. 

*(Si te interesa conseguir este libro y no lo encuentras en tu librería de barrio o en la biblioteca, puedes comprarlo a través de este enlace y ayudarme a mantener el blog).






sábado, 24 de mayo de 2014

Los papeles de Aspern, Henry James


Los papeles de Aspernse construye sobre pocos elementos: tres personajes, Venecia y los famosos "papeles" que traen de cabeza al narrador. 

Esta nouvelle, palabra elegante y delicada que me gusta utilizar aunque sea en susurros ya que mi pronunciación del francés deja mucho que desear, y que se refiere, simplemente, a una novela corta, está escrita por Henry James. 

Salió publicada por entregas en una revista en 1887 y un año más tarde ya en forma de libro. Esto quizás explica el tono de misterio que envuelve la obra a pesar de que el argumento en sí no tiene mucho de misterioso. Al leerla, sobre todo el primer tercio, por momentos me ha recordado a la sensación que provocan las series de televisión justo un minuto antes de terminar, pensadas para dejar al espectador en suspense hasta el capítulo siguiente. Esto produce un efecto curioso en la narración, ya que después de ese momento "clímax" la resolución es casi inmediata, al estar leyendo un libro completo y no fascículos.  

¿Qué deduzco de esta reflexión? Que me encuentro irremediablemente contaminada por la cultura de masas. Debería leer más clásicos. Sé que son importantes en la formación intelectual y que de ellos derivan casi todos los símbolos e imaginarios que se manejan actualmente en la cultura. En otros momentos vitales, sobre todo mientras estudiaba Filología Hispánica, leí asiduamente clásicos de la literatura, pero ahora que no tengo "mentor" que me guíe por sus caminos, con frecuencia arduos y costosos, me dejo llevar por lecturas más sencillas de acometer. De vez en cuando aún me embarco en un clásico, aunque sea una obra corta y ¿menor?, como en este caso.

¿Lo mejor de la novela? 
La ambientación en un verano veneciano, que consigue trasladarnos al calor pegajoso de sus canales y a los viejos y decadentes palacios que conocieron tiempos mejores.

Los personajes femeninos, con precisas descripciones entre gestuales y psicológicas que nos ayudan a conocer sus motivaciones ocultas. 

La información dosificada sobre el poeta Aspern y la obsesión del narrador con su obra, que hace que la novela juegue con un ritmo creciente hasta el desenlace.

Del autor, Henry James, solo he leído, además de esta, la famosa y muchas veces adaptada Otra vuelta de tuerca,de la que recuerdo que me causó una ligera inquietud. 

Conclusión: un poco de estilo victoriano y psicologismo burgués son un necesario contrapunto a tanto "post" todo. 

Seguiré leyendo, entre otros blogs interesantes sobre libros, este, que invita y da argumentos para leer clásicos básicos.



 






martes, 20 de mayo de 2014

Dirigirme hacia allí


Esto es un desahogo. Un ejercicio narcisista. Una página de un diario virtual.
"Si vuelves a escribir quizá vuelvan a pasar cosas" me dijo él delante de una cerveza antes de marcharse. 
Y por qué no. Esa frase puede funcionar como un conjuro psicomágico para mí, que llevo más de cinco años sin juntar palabras en serio.
Y a pesar de todo el victimismo, la autocompasión, las mentiras y las miserias esta vez es diferente. Desde mí y para mí. Vivo el presente aunque sea reinterpretando el pasado. 
Nadie tiene la culpa de que yo no haya sido capaz de escribir todas las novelas que me rondan la cabeza. Parece que estoy aprendiendo la lección. Me vuelvo consciente. Soy responsable tanto de lo que hago como de lo que dejo de hacer. 
No puedo ni quiero olvidar que vivo en un mundo injusto, mal repartido, egoísta, adorador ciego del dinero, la competencia y el dogma del libre mercado. Soy la privilegiada y la que precaria. Sigo siendo responsable de lo que me toca, así que si no hago nada, quejarme de lo que me ha tocado vivir solo es una perdida de tiempo y energías que no va a conseguir que las cosas mejoren. 
Hay momentos en la vida en los que (a riesgo de sonar prepotente) uno siente que está en sintonía con algo, hacia fuera o consigo mismo, con los deseos profundos y los sueños que aún no se han cumplido.
Me pasó con veintipocos cuando se materializaron las derivas situacionistas y la revolución de la vida cotidiana. Volví a sentirlo cuando adquirí conciencia política y empecé a hacer cosas en colectivo pensando un poco más allá de mis deseos inmediatos. Me ha pasado en algunos viajes iniciáticos, leyendo Rayuela y Los detectives salvajes, cuando predicábamos con el ejemplo el amor sin posesión y cuando gesté, parí y nutrí a mi cría. Y ahora me vuelve a pasar, conectando conmigo misma, con la escritora que siempre ha estado ahí experimentando la vida y escondiéndose para no tener que pelearse con los folios, y que ahora tiene un propósito, un lugar al que dirigirse. Siento de una forma sorda y difusa una energía nueva dentro de mí. Es la determinación de llevar a cabo lo que deseo. Y cuesta, me resisto, pero las excusas ya no me satisfacen y cada página que escribo, y las que decido mostrar, me acercan más a esa meta y a mí misma.

 Gracias por acompañarme en el camino.

domingo, 18 de mayo de 2014

La pequeña oruga glotona, Eric Carle

,


De vez en cuando (como aquí y aquícomento libros para niños. Y es que no sé si a vosotros (a los que tenéis hijos) os pasa, pero yo les dedico un buen rato todos los días. Como norma un mínimo de media hora leyendo y mirando libros con M. antes de dormirla, más los ratos por el día en los que de pronto también le apetece, aunque estos pueden ir desde solo unos minutos a más de una hora. 

Desde hace pocas semanas ella, cuando tiene ganas va a su estantería (ponerles sus cosas a una altura a la que puedan acceder fácilmente es una buena idea), escoge los libros que quiere mirar y se sienta en el suelo a "leer". 

Bueno, que me alejo del tema de la entrada. El caso es que hay mucho que explorar en el campo de la literatura infantil y en concreto los álbumes ilustrados. 
Con M. voy poco a poco porque todavía no ha cumplido cuatro años y no le gustan ni puede mantener la atención con libros que tengan mucho texto. 

En el blog quiero hablar también de esos libros infantiles que vamos descubriendo, que me parecen especiales y que me gustaría que fueran leídos y vistos por muchos niños y niñas. 

El libro de hoy es La pequeña oruga glotona, del ilustrador y escritor Eric Carle. Nosotras tenemos una versión en alemán (Die kleine Raupe Nimmersatt) que nos han regalado, pero en español creo que está editado por Kókinos. Alguna vez se lo leo a M. traduciéndolo al español pero cuando más me gusta es cuando S. se lo lee en alemán. Tiene una sonoridad preciosa con onomtopeyas que le encantan, como cuando la oruga sale del huevo (Knack) y muerta de hambre
se pone a devorar todo lo que encuentra a su paso. Eric Carle vivió parte de su infancia en Alemania, así que quizá por eso sus historias suenan tan fluidas en este idioma.
La oruga come cada día de la semana una fruta


diferente: una manzana el lunes, dos peras el martes, tres ciruelas el miércoles... y así sucesivamente, hasta que el sábado se da un gran banquete de tarta, pepinillos, queso, salchichón... y come tanto que al terminar le duele mucho la barriga y el domingo solo puede mordisquear una hoja. Al terminar la semana la oruga ya no es pequeña, sino enorme, y ya no está hambrienta, así que se hace una casita para descansar dentro, ¿qué saldrá de allí?



No me cuesta imaginarme a Eric Carle como alguien que sigue estando en contacto con el niño que fue. Alguien que ama la naturaleza y el arte, los colores y la vida. Sus ilustraciones tienen un estilo fácilmente reconocible que ha sido definido como "collage impresionista" y me parece una definición muy acertada. Tiene más de 70 libros publicados, traducidos a 50 idiomas, o sea millones de seguidores en todo el mundo. Curioso que yo no supiera nada de él hasta hace un par de años. 
A los pequeños les va a encantar.

(Si quieres comprar este libro y no tienes a mano una librería de barrio o no lo encuentras en tu biblioteca, puedes conseguirlo aquí*)

*(Si lo compras a través de este enlace yo me llevaré una pequeñísima comisión y me ayudarás a seguir publicando y a mantener activo el blog).


 

jueves, 15 de mayo de 2014

Poesía ficción

Este poema lo escribí en el 2009, cuando el colapso sordo en el que vivimos instalados aún era un murmullo. Encerrada en mi subjetividad yo empezaba a inquietarme por el aislamiento que intuía en los interminables chats por skipe en medio de un invierno helado que parecía no tener principio ni fin. 
Esto no es ciencia ficción.



En un mundo donde el plástico crujía dioxinas,
donde la única forma no obscena
de agitación revolucionaria
eran rojos imputs de bebidas podridas,
donde “mujer recauchutada” ya no eran palabras
de viejos libros de ciencia ficción.
Allí, tú y yo, no-habitando un no-lugar
queriendo no-querernos,
en un mundo virtual
enchufado y conectado
a puertos sin mares.

Quería verme
más allá de todo eso,
pero solo veía mi reflejo 
multiplicado en el plasma,
refulgiendo de insatisfacción y deseos en 5.1.
En un mundo de aire enlatado y tetas de vinilo cromático
donde los créditos instantáneos y las hipotecas de por vida
acechaban de púrpura pasión patentado,
increpándonos con el dedo desde marquesinas rotas.
Muchos días mi único interlocutor era la máquina,
que me llamaba puntual, siempre a las 4.
Quería mirarte más acá de todo eso,
pero me distraían los escaparates
cuajados de dorados y diamantes falsos.
El asfalto ardía.
La cadena de montaje
descuartizaba animales 
criados en laboratorio.
Obligados a la felicidad, si podías comprarla,
aunque fuera a plazos.
Y yo no era feliz, mi pequeño acto de rebeldía,
Aunque solo fuese por falta de dinero.





domingo, 11 de mayo de 2014

Cuando un escritor te decepciona: Amélie Nothomb

Cuando uno alberga grandes expectativas sobre algo es fácil que ocurra que el objeto de nuestra admiración nos decepcione o desilusione al sentir que no está a la altura de lo que esperábamos. 

A veces esto pasa con los escritores o con sus libros. Una (o sea yo) se siente un poco triste y entabla, entre dientes, una conversación imaginaria con el autor, o autora en este caso: "¿Cómo has podido escribir algo así? Te desmerece. Te copias a ti misma. ¿Se te han acabado las ideas?".

Quizás es más sano acercarse a los libros como si no supiéramos mucho de ellos, sin esperar que ese escritor/a que en otras ocasiones nos ha conmovido, nos ha hecho reír (nos ha trasladado a su infancia, a África, a las entrañas de una persona ruin, a Brooklyn, a un asesinato en un crucero por el Nilo, a un escuela republicana, a su cabeza, a sus obsesiones...) y ha conseguido que, mientras leemos y a veces también después, estemos allí y no aquí, con el libro bien sujeto y quemándonos la pestañas, vuelva a hacerlo con su siguiente libro.


He de reconocer que cuando empecé a leer a Amelié Nothomb caí rendida a sus pies. Con Estupor y temblores consiguió que me pasase dos días deshuevada, sin poder parar de reírme recreando los espantos y humillaciones de trabajar en una empresa japonesa como la que ella describe. En las siguientes semanas cayeron El sabotaje amoroso Metafísica de los tubos, que me parecieron maravillosas recreaciones imaginarias de una infancia seguramente real, y con las que caí en un dulce enamoramiento. "Qué bien escribe". "Si yo fuera capaz de describir así un enamoramiento" "Qué escritora tan especial", y pensamientos por el estilo. Pasaron unos meses y me lancé a leer su primera novela Higiene del asesino, primera decepción a la que no hice mucho caso. "Aún estaba explorando su voz" "Es un ejercicio de estilo"... En fin que me pareció un truño.

Después de un tiempo prudencial Rocío, que fue la que me la presentó, me prestó Biografía del hambre y volvieron las mieles. Aquí habla de sus desordenes alimentarios y su intrincada relación con su faceta de escritora, y me encantó. 
Yo ya empezaba a intuir cual era el truco. O más bien lo que a mí me gustaba de ella como escritora. Y es que coincidía que todas sus novelas autobiográficas me encantaban, y las otras, como poco me dejaban fría, como comprobé con Antichrista, Ácido sulfúrico y Una forma de vida. Bien escritos, con su estilo personal, pero para mí artificiosos y vacíos de vida, como autómatas virtuosos. 

Más adelante leí Ni de Eva ni de Adan, que vuelve a su vida, y que sirvió de pequeña reconciliación, aunque ya sin grandes fastos. 
Y ahora me han regalado Diccionario de nombres propios, pensando que quizás es una de mis escritoras favoritas. Pero no lo es. Y estoy cansada de sus trucos. 

Por aquí también he leído una crítica de alguien a quien su último libro no le ha gustado nada. 







miércoles, 7 de mayo de 2014

Lecturas por meses: abril de 2014


En abril he leído menos vorazmente que en marzo pero he terminado un par de lecturas que llevaba arrastrando desde el mes anterior.

Intemperie, de Jesús Carrasco: Como ya he contado es un libro que me ha tocado bastante. No sabía nada de él, ni de que había sido una revelación editorial el verano pasado, menos mal que mi madre a veces me manda material para que salga de mis propios vericuetos lectores.

Ancho mar de los Sargazos, de Jean Rhys: Libro brumoso y embriagante. Corto pero intenso. Me ha costado leerlo. No sé muy bien qué decir sobre él. Creo que intentaré escribir una entrada para él solo.

Sombrero y Mississippi, de Ray Loriga: Sigo con él. Ensayos sobre literatura clásica, escritores y cuestiones filosóficas en torno al acto de escribir. Tiene cosas interesantes pero a veces el autor es un poco presuntuoso.

Diccionario de nombres propios, de Amélie Nothomb: Me da pena admitirlo, pero me ha decepcionado. Una novela ligera, correctamente escrita pero que va perdiendo interés según avanza. Le veo los trucos.

El arca, de Stephen Baxter: "A veces leo betsellers". Pues eso, a veces necesito leer libros de desastres, aventuras y conspiraciones, malillos pero con un punto serie Z que me atrae. Voy muy lenta. No me está gustando, personajes planos, sin emoción y tedioso.

Los papeles de Aspern, de Henry James: Nouvelle interesante, con diálogos conseguidos y tensión creciente. Me costó cogerle el punto pero a partir de la mitad ha volado.

Saber escribir: Voy leyéndolo muy poco a poco, ahora que me he propuesto volver a escribir en serio. Un buen y completo manual de consulta.


¿Cuáles han sido vuestras lecturas de abril?


  

domingo, 4 de mayo de 2014

Recomendaciones rápidas 3. Para una madre reciente


Después de las recomendaciones rápidas para regalar y las recomendaciones de literatura erótica ahora les toca el turno a tres libros para una madre primeriza, a petición de Nata, con muchas ganas de leer pero con menos tiempo del que le gustaría. 

1.  La maternidad y el encuentro con la propia sombra,Laura Gutman: Porque me ayudó a entender mi propio puerperio, nombró emociones y "sombras" y fue como tener a una amiga que no juzga ni da consejos no pedidos relatándome lo que nos pasa a las mujeres cuando nos convertimos en madres. Porque tiene profundidad y enjundia pero está narrado con un lenguaje sencillo y que no apabulla. Porque saturada de libros que solo hablaban del bebé, este habla de la madre y de la fusión emocional con el recién nacido. Porque tiene aspectos de una buena psicoterapia, te enfrenta con cosas sobre las que nadie habla y celebra la vida.

2.  Las ciudades invisibles, Italo Calvino: Porque es uno de los libros que más me gusta de este autor. Porque es un libro híbrido que no encaja fácilmente en ninguna categoría. Porque casi, casi es de ciencia ficción. Porque sus ciudades están fuera del espacio y el tiempo. Porque tiene varios niveles de lectura. Porque inspira, evoca y sugiere. Porque podemos leérselo al lechón o lechona para ayudarle a dormir. Porque se pueden leer los fragmentos de forma independiente y no requieren mantener mucho tiempo la atención, ambos muy preciados y escasos cuando se cuida a un bebé.

3.  El mundo, Juan José Millás: Porque es una novela fácil de leer (con un niño de menos de dos años desaconsejo encarecidamente tratar de leer el Ulises, de Joyce), pero con un buen nivel literario. Porque con este libro me reconcilié con la escritura de Millas después de haberme empachado y tras un largo desencuentro. Porque es una autobiografía surrealista y fantasiosa, marca de la casa del escritor, pero muy conseguida y emotiva en esta novela. Porque es un relato de la infancia y se disfruta mucho cuando una se convierte en madre. 

 

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