domingo, 27 de abril de 2014

Intemperie, Jesús Carrasco


Siguiendo a la RAE, el locativo adverbial "a la intemperie" significa: "A cielo descubierto, sin techo ni otro reparo alguno". Y así me he sentido leyendo esta novela de Jesús Carrasco, un escritor con un mostacho imponente, boina no olvido mis raíces, y cara de pacense, (como compruebo en la foto y texto de presentación de la solapa). 

Quizá pueda parecer (por esta introducción) que no me ha gustado el libro; muy al contrario, me ha encantado. Una historia a la que no le sobra nada, precisa, sobria y que se te mete en las entrañas. Un libro que ya estoy deseando releer cuando vuelva a Bienvenida o Paco Vallejo me invite a Villarubia de los Ojos, para, despacio, volver a paladear sus descripciones en los lugares que creo entrever en sus páginas. La España profunda sin ningún nombre propio ni referencia explícita, inmisericorde y profundamente humana a un tiempo. 

Al leerlo no he podido evitar acordarme de Miguel Delibes en sus obras ambientadas en el mundo rural. Sobre todo El camino, Las ratas o Los santos inocentes (esta última con una excelente versión cinematográfica dirigida por Mario Camus). Una crítica también la compara con la escritura de Cormac McCarthy, y aunque al principio me costó ver la relación, después de ponerla un rato en remojo visualicé La carretera, la única obra que he leído de este autor, y a ese padre con su hijo huyendo sin mirar atrás en un devastado mundo postapocalíptico.


Intemperie es la historia de un niño que huye de su casa, en un lugar en medio de ninguna parte, por motivos que desconocemos, pero que se van desvelando sin prisa a lo largo de la obra. En su lucha por sobrevivir y por no ser descubierto se encuentra con un viejo cabrero que aceptará su compañía. Juntos, y a la "intemperie", emprenderán una huida que les transformará y para la que no habrá vuelta atrás.

Es una novela dura, escueta y austera como la llanura en la que se desarrolla. Aparentemente sencilla y construida sobre los mínimos elementos posibles. Esto hace que sea fácil concentrarse en los acontecimientos, que me envuelven hasta hacerme sentir el polvo del camino, la sed lacerante, el hambre y el miedo atroz del niño a ser descubierto. La descripción de la sequía que asola el paisaje, la aridez y una naturaleza dura y que no da tregua, están magistralmente descritos.

Me ha cautivado la forma de describir la lucha de los personajes contra los elementos, su ansia por vivir. En este sentido la historia tiene mucho de libro de supervivencia (una de mis obsesiones). He aprendido, junto con el niño, a buscar agua donde todo parece seco, a cazar pájaros, desarrollarlos y asarlos, a salar la carne de los animales para conservarla, a ordeñar a las cabras... Una vez terminada la lectura me he dado cuenta de que también es una novela de iniciación, o Bildungsroman, en la que el protagonista dejará atrás la infancia.
El autor consigue crear este clima en gran parte gracias al lenguaje que utiliza, en el que cada palabra tiene un porqué y ninguna sobra. Adjetivos densos que parecen tallados en madera. La inclemencia azotando a los personajes y la violencia irracional de humanos que han perdido la compasión, y que paradójicamente también saca a relucir la solidaridad, el apoyo mutuo y lo bondadoso de otros. 
Os dejo un fragmento explícito de la descripción del descuartizamiento de una cabra que me afectó, igual que al niño:

"De nuevo clavó el cuchillo para rajar el abdomen hinchado. A pesar de la tosquedad de la hoja, el metal abrió las fascias como si fueran de manteca caliente. El hedor que liberó le atravesó como un ánima en desbandada, impresionando su memoria de arcilla fresca". (p. 122).

Leer Intemperie duele, pero si podéis no dejéis de hacerlo. 




 

sábado, 19 de abril de 2014

Tu sombra y tú


Hubo un tiempo en mi vida que estuvo plagado de desamores y realismo mágico. De esa mezcla a veces salían historias, que en vez de estar olvidadas en un cajón se pudren en los archivos de mi ordenador. Ahora que dedico mis energías a otras cosas, pero que despierta de nuevo la literatura tengo valor para darles un repaso y sacarlas a la luz.


 El día que te marchaste no me dio tiempo a reaccionar, así que me dejaste con la palabra en la boca, con una frase a medias y con una de mis caras de autocompasión. Solo tuve tiempo de girar la cabeza y ver cómo te alejabas.

―No pierdas el tiempo con los libros, hay tantos que nunca podrás leerlos todos ―te oí gritarme con sorna.

Pero yo me empecinaba en leer las vidas de otros, cuanto más sórdidas mejor, y en pelearme con los cuadernos para sacar la frustración, la envidia y las historias sin futuro que me corroían por dentro. Quizá por eso te convertí en un recuerdo, un personaje estereotipado y mal construido.

 Volví a mi casa, a encerrarme entre cuatro paredes y lamerme las heridas. Por fin me liberé de la espera ansiosa a que sonara el timbre de la calle, que siempre picabas como si te hubieras quedado pegado, y del miedo reconcentrado a que un día me dejaras, después de todo ese día era hoy. Una historia absurda que no iba a llegar a ningún sitio, lo supe desde el principio. Te mirabas en mí, como si yo fuera parte de tu reflejo; y yo solo veía tu sombra para que tu vanidad no me aplastase. La literatura era mi coartada para que me quisieras a través de las palabras. El envite no me funcionó, al escribir me volvía demasiado “yo” y te tapaba, dejándote en un claroscuro. Aquello no le gustó a tu ego, y corriste por las calles sucias de Madrid en primavera para no verme más.

A la mañana siguiente tuve un presentimiento, miré debajo de la cama y allí estaba; tu sombra de mediodía, la que te hacía parecer más alto y bien plantado. Corriste tanto que te la dejaste olvidada. Como no sabía qué hacer con ella (nunca antes había tenido una que no fuera la mía), decidí cuidarla como a una planta. Te tenía tanto cariño, a pesar de todo, que no quería que se marchitara y terminara por desaparecer; quizás un día volvieras a por ella. La cogí por los pies y la enrollé para que fuera más manejable. Le hice un hueco en la ventana de mi cuarto y los días impares la regaba, pero no sirvió de nada, cada vez estaba más mustia, como que le faltabas tú. Un día la desenrollé para sacarla a pasear, pero no se mantenía en pie por sí misma. Esperé a que fueran las doce del mediodía, que era su hora de esplendor, y la pegué con cuidado a la mía uniéndolas por los pies. Al caminar el efecto visual era muy curioso, parecía que mi sombra tuviera dos cabezas, y al cabo de un rato observé, no sin cierto malestar, que se estaban peleando. Fluctuaban y vibraban en una pugna por sobresalir la una sobre la otra. Pero la luz del día fue cambiando y con ella el estado de ánimo de mis dos sombras. Una de ellas, no se cuál, de pronto empezó a llorar sin lágrimas. Intenté acariciarla, pero la otra se enfadó.

Fui al bar donde nos conocimos para que tu sombra volviera a un lugar que le resultara familiar, pero me sentía un poco absurda allí de pie con mis dos sombras mal pegadas, además el contraluz las difuminaba y temí que volvieran a enfadarse, está vez conmigo. Quería volver enseguida a casa antes de que se pusiera el sol y las sombras desaparecieran del todo. Adiviné, de espaldas, tus estúpidos rizos en la acera de enfrente y antes de que pudiera reaccionar tu sombra te reconoció, se despegó de la mía y salió corriendo detrás de ti.


Yo cantaba, menudo alivio.



viernes, 18 de abril de 2014

Lecturas por meses: marzo


Marzo ha sido un mes en el que he leído bastante, pero un poco a trompicones, saltando de un libro a otro. Ninguno me ha arrebatado aunque hay varios más que interesantes. 

  1. Empecé Intercambios, de David Lodge, pero cuando ya había leído más de la mitad empezó a resultarme aburrido y repetitivo, y dejé de encontrarle la gracia a los chistes sobre profesores universitarios de literatura en intercambio profesional y marital. No lo he terminado.
  2.  No leer, Alejandro Zambra: Sigo con él. Me está gustando mucho. Es un libro para ir leyendo poco a poco, degustando sus pildoras en forma de ensayos literarios subjetivos y sinceros escritos por un escritor chileno.
  3. Joaquín Sabina. Perdonen la tristeza, Javier Menéndez Flores: Lo he disfrutado mucho, pero sobre todo por reencontrarme con Sabina y volver a escuchar todos sus discos.
  4. Juliet, desnuda, Nick Hornby: Mi primer acercamiento a Nick Hornby ha sido satisfactorio. Una novela entrañable y que deja un buen sabor de boca.
  5. El dardo en la palabra, Fernando Lázaro Carreter: Sé que es un libro necesario y que debería leerlo, sobre todo para seguir formándome en mi faceta de correctora de textos, pero me ha resultado plúmbeo y algo ampuloso. Lo dejo para otro momento.
  6. Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen, Adele Aber y Elaine Malish: Aún estoy con él y me va a durar ya que no le estoy dedicando mucho tiempo y es un libro de trabajo. Está enfocado a mejorar la comunicación con los hijos y para aprovecharlo hay que llevar a la práctica los ejercicios que propone. Es interesante.
  7. El ángel esmeralda, Don Delillo: Recopilación de los cuentos escritos por este autor, más conocido como novelista. Perturbador y recomendable. Algunos de los cuentos son brillantes.
  8. Antagonía, Luis Goytisolo: Ha sido muy aventurado por mi parte pensar que podría leer la tetralogía de un tirón. La novela es monumental y a veces la lectura se volvía tan trabajosa como escalar un ocho mil. He leído la primera parte "Recuento" y espero seguir con las tres restantes los próximos meses. Obra que yo "tengo" que leer, aunque no sea fácil.

Monumental

miércoles, 9 de abril de 2014

Recomendaciones rápidas 2. Literatura erótica

Respondiendo a mi petición de voluntarios para el consultorio lector de este blog me han escrito Carme, Natalia y Valdemar. Carme es la que más prisa tiene ya que quiere empezar con alguno de los libros en Semana Santa, así que comienzo por ella. 
Carme me ha pedido recomendaciones sobre literatura erótica, género que le gusta cultivar como escritora; y ya se sabe que para escribir bien no está de más leer buenos libros. 
Yo no soy una gran lectora de literatura erótica, pero aun así voy a aventurarme a hacerle a Carme tres recomendaciones que espero que le gusten, le seduzcan y le resulten sugerentes.

Las edades de Lulú, Almudena Grandes: 
Porque es la primera y provocadora novela de una novelista que luego ha tomado otros derroteros narrativos más tradicionales. Porque la leí con veinte años y me pasé toda la lectura acalorada y con cosquillas entre las piernas. Porque la protagonista es una mujer y la erótica tiene un punto de vista más femenino. Porque la historia no es una sucesión de sexo fuera de contexto sino que el sexo es el hilo conductor de una historia seductora y bien escrita. Porque le da una vuelta de tuerca al manido argumento de descenso a los infiernos, sin resultar moralista. 


2. El amante de Lady Chatterley, D. H. Lawrence: 
Porque la leí durante un verano calurosísimo cuando vivía en Malasaña y consiguió trasladarme a la campiña inglesa en alma y sobre todo cuerpo. Porque habla de una pasión adúltera y escandaliza al puritano público de la época. Porque es una de las primeras novelas eróticas del siglo XX (se publicó por primera vez en 1928)
3. La vida sexual de Catherine Miller, Catherine Miller: 
Esta recomendación tiene un poco de trampa ya que aún no he leído esta novela. Sin embargo la tengo en mi lista porque habla de la sexualidad con crudeza y sin concesiones, lo cual tiene mucho merito y abre caminos, tratándose de una mujer. Porque describe con objetivismo clínico todas las conductas sexuales imaginables que la autora ha practicado. Porque es un diario pornográfico. Porque me da morbo. 

He de recomendar también, aunque no haya leído muchos títulos, la colección Sonrisa Vertical de la editorial Tusquets. Son libros del género erótico premiados en un concurso que convoca la editorial. La edición es sugerente, el rosa chicle salivoso y el anagrama que han escogido para ilustrar la colección, una foto ambigua que está a medio camino entre una vagina y una boca. Sus libros son una apuesta casi segura para placeres lectores solitarios.
















lunes, 7 de abril de 2014

Juliet, desnuda, Nick Hornby



Nick Hornby es como ese conocido que muchos tenemos, melómano, periodista musical, técnico de sonido o coleccionista de discos; pero la diferencia es que él escribe novelas. 
Obras en las que la música "popular": rock, blues, folk (y seguro que me dejo algún estilo porque yo no soy una experta) funcionan como hilo conductor de la trama o como un personaje más. 
Conocía a este autor por Alta fidelidad, que no he leído, pero en la que está basada una película digna, a pesar de estar protagonizada por John Cusack.
Creo que hay varias novelas suyas adaptadas al cine, lo que es lógico ya que su estilo es muy visual y tiene un ritmo narrativo ágil y muy cinematográfico.

Juliet, desnuda, es el título de la novela, y dentro de la trama es el nombre de un álbum acústico de Tucker Crowe, un cantante maldito que lleva quince años sin publicar ningún disco y que gracias a Internet cuenta con un grupo de megalómanos obsesionados con su figura que se dedican a estudiar sus canciones y su vida hasta el más mínimo detalle, y a elucubrar sobre los motivos de su desaparición de la escena musical. De todo esto nos vamos enterando a través de Duncan, que es uno de sus más acérrimos fans. 
La novela empieza con un viaje que hacen Duncan y su novia Annie por los EE. UU., siguiendo los pasos de sus últimas actuaciones. Una vez de regreso a su aburrido pueblo costero de Inglaterra, la aparición del disco Juliet, desnuda va a revolucionar sus vidas.
Este es el trasfondo, pero la verdadera historia, y lo mejor de la novela, es la relación de pareja entre Duncan y Annie. 
Casi rozando la cuarentena, llevan quince años juntos y su relación ya no tiene mucho sentido. Es una sucesión de rutinas, roles enquistados y miedo a la madurez, muy bien descritos por Hornby, que no es nada complaciente con sus personajes, pero que hace que te conmuevan y te hagan reír porque es fácil verse reflejado en sus miserias. Sus vidas van a dar un vuelco cuando Tucker Crowe se cruce de forma sorpresiva en sus vidas, y aprenderán que nunca es tarde para perseguir lo que realmente se desea.
Los personajes, sobre todo Annie, destilan humanidad, y sus diálogos hacen que sea fácil olvidar que son personajes en lugar de personas reales. La novela es incisiva, desmitificadora y a la vez sencilla y sin pretensiones.
Me ha parecido entrañable y con un argumento muy original, aunque es cierto que después de una primera parte brillante en la que es difícil soltar el libro, la segunda parte pierde fuelle y se vuelve algo previsible y sin la chispa del comienzo.

(Si quieres comprar esta novela y no la encuentras en tu librería de barrio o en la biblioteca puedes comprarla a través de este enlace).





 




  




jueves, 3 de abril de 2014

¿Dónde leer?

Uno puede leer en cualquier parte. Solo hace falta un libro. Metáfora de lo portátil. 

Lugares donde se puede leer 
(en los que yo he leído, o tal vez no):

  1. Sobre la hierba picajosa, en cualquier parque.
  2. En el metro, sentada en el suelo del vagón.
  3. Esperando trenes y aviones.
  4. En la playa, luchando contra el viento y la arena que se cuela entre las hojas.
  5. En bares intimistas, viendo atardecer.
  6.  En las Vistillas, durante las fiestas de San Isidro.
  7. En la sala de espera del médico.
  8. En casas de amigos, cuando se van a la cocina y tomas por asalto sus estanterías para cotillear.
  9. En un parque de Cáceres, bajo un sol de justicia y de resaca después de un Womad.
  10. En el canal de Kreuzberg viendo pasar ratas debajo de las tarimas.
  11. Mientras comes un plato de espaguetis, con el libro entre las piernas y haciendo malabarismos para no mancharlo de tomate.
  12. En el tiempo muerto que hay entre la clase de Literatura Medieval y Morfología Histórica del español.
  13. Tumbada en la cama, susurrándole a alguien de quien te estás enamorando las frases subrayadas.
  14. De pie, en la biblioteca. Sin poder esperar a llegar a casa para empezar ese libro que llevas tanto tiempo queriendo leer.
  15. En una discoteca, sentada encima de un altavoz, con música atronadora y la gente a tu alrededor deseando mojar esa noche y ensayando las frases del éxito.
  16. Leer sin leer. Solo pasear, de forma bien visible, ese libro que será tu carta de presentación para ese grupo de intelectuales que te ponen cachondo.
  17. En el museo Reina Sofía, sentada en un banco de madera, incomodo y sin respaldo, y acompañada por el Guernica de Picasso.
  18. En los lugares que solo conoces por la descripción que hacen de ellos los libros, y que no pueden dejar de decepcionarte.
  19. En Macondo.
  20. En pelotas, en el camping naturista del Portús.
  21. En bragas, tumbada encima de la tarima flotante del salón.
  22. En una buhardilla de Malasaña, a las dos de la madrugada del día más caluroso del verano.
  23. En una colchoneta hinchable, flotando a la deriva en el mar de Menorca.
  24. Esperando, anhelante, las primeras contracciones de tu parto.
  25. En un tren regional a Badajoz.
  26. En un asador, mientras te traen el cochinillo.
  27. En la cama, alumbrada por una linterna.
  28. En un sofá de orejas que has sacado a la calle el primer día de primavera.
  29. ¿Se te ocurren más sitios?

martes, 1 de abril de 2014

¿Hay que dar explicaciones?

Escribir este blog, hablar sobre los libros que leo es nada más, y nada menos, que un comienzo. Volver a dedicar espacio mental y energías a escribir, esta vez sabiendo que no hace falta esperar a que se cumpla el sueño de publicar un libro para que alguien me lea. El cosquilleo del ego es muy dulce, más de lo que me gustaría admitir. 
Pero escribir solo sobre lo que escriben los demás a veces se me queda corto y despierta el impulso subjetivo, el que alimenta tantos cuadernos que cogen polvo en la estantería y que son la prueba tangible de la escritora que está escondida en mí. 
De nuevo necesito tener el cuaderno siempre cerca, aprovechar los instantes en los que puedo abstraerme, buscando sin encontrar las palabras justas. 
Así que quizás ha llegado el momento de volver a escribir ficción, con entereza para admitir que quizá es malo, pero aún así con ovarios para mostrarlo.
De vez en cuando colgaré esbozos de historias, acercamientos a la novela que planeo, quizás hasta algún poema.
Parece que sí, que consideraba necesario dar una explicación.

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